EL DAÑO COLATERAL A CUESTAS (COMO SÍSIFO)
EL DAÑO COLATERAL A CUESTAS
(COMO SÍSIFO)
La actual crisis política que vive el Perú, en medio de una pandemia global, ha alentado la insurgencia en varios sectores, uno de estos es el agrario, que desde hace 20 viene soportando un régimen explotador, gracias a dos factores: la “Ley Chlimper” y la existencia de las servis (tercerización laboral).
Dos décadas de paciencia y esperanza se acabaron, cuando en diciembre del 2019, Martín Vizcarra prolonga la Ley 27360 por 10 años más. Sin embargo mucho no se pudo hacer en un inicio, debido a la pandemia. Pero gracias a las “Marchas del Bicentenario” decidieron ser ellos, los agricultores, los que se alzarían en protestas.
Algo que suma mucho al momento histórico que vivimos, 200 años de “independencia”, de vida republicana. Sin duda todas las luchas son importantes, y a veces nos toca aceptar, y es difícil, el daño colateral que pueda causarse. Sin embargo si es reprochable y condenable el hecho de no actuar para que ese daño sea el menor posible.
En medio de la carretera muchos comerciantes lamentaban iracundos la pérdida de su mercancía (en su mayoría productos perecibles) mientras arrojan a un costado de la carretera los productos en proceso de descomposición. Una imagen que contrasta, con ironía, el suplicio que muchos pasajeros sufrieron varados en una carretera, muchos sin dinero, sin nada más que lo que llevaban puesto. Pues aquello se extendió por 5 días. Ollas comunes por un lado, gente desesperada por otro, mientras en los alrededores las verduras y carnes se echaban a perder.
No puedo evitar pensar en el egoísmo que las grandes acciones traen consigo. El daño colateral del que nadie quiere hacer caso. Y sobre todo la falsa lucha contra el centralismo. Eso que exigimos a un gobierno, pero nunca al espejo. El Perú, se unió al unísono cuando un golpe de Estado se avecinaba. Después de 2 muertos tanto el Estado como el ciudadano comprendieron -una vez más- el poder de la unión. Sin embargo esos ánimos se apagaron, gracias a un simple pero elocuente discurso. Que puso punto final a una insurgencia que duro 5 días.
Los mismos 5 días que los agricultores pasaron exigiendo sus derechos en medio de la carretera. Mientras el país, observaba desde una pantalla, como el campesino, el rural, ponía en jaque a la capital… sin un eco citadino. No hasta la muerte de un joven del campo. Una protesta que no fue “tendencia”, pero si aplaudida y asimilada como un logro más de la llamada “generación del bicentenario”.
El futuro más cercano nos muestra un panorama delicado, el país se ha endeudado más, muchos proyectos sostenibles y amigables con el ambiente se vienen postergando y la necesidad de solvencia económica pondrá en las primeras líneas de todas las agendas a los sectores que generen capital de manera más rápida. Y eso implica, es bien sabido, la destrucción del ecosistema a través de la industrialización, como la que surgió gracias a aquella ley promulgada hace 20 años, con la esperanza de un futuro mejor. Futuro aún lejano… pero no dejaremos de caminar… como Sísifo.
Jesús D. Fernández Rivera
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